Todo ello, sumado al cambio climático, puede poner a prueba la infraestructura de las empresas logísticas, especialmente en regiones como el norte de España —donde las temperaturas son más frías— frente a zonas del sur, donde los días aún pueden ser cálidos. Estos cambios no solo ponen en riesgo la calidad de productos como los alimentos o medicamentos, que requieren temperaturas controladas, sino que también exigen planificación operativa precisa que permita adaptarse a las condiciones específicas de cada región y garantice la estabilidad de la cadena de frío.
Según el Observatorio del Frío de ALDEFE, correspondiente al tercer trimestre de 2024, el sector del almacenamiento en frío mantiene su evolución positiva en un entorno cada vez más tecnológico y normativamente exigente. El informe señala una ocupación media del 76,39 % y una facturación de 118,1 millones de euros, lo que supone un crecimiento del 3,96 % respecto al trimestre anterior.
En este contexto, la eficiencia y la sostenibilidad se consolidan como los ejes clave de la estrategia del sector. Iniciativas como la propuesta internacional The Move to Minus 15 °C Coalition —que plantea elevar la temperatura de los congelados de –18 °C a –15 °C— buscan reducir el consumo energético y las emisiones de CO2, sin comprometer la seguridad alimentaria.
La clave está en disponer de una red logística bien adaptada a las variaciones de temperatura, que no solo optimice los procesos, sino que también minimice los riesgos asociados a las inclemencias del clima, reforzando la confianza de clientes y consumidores en toda la cadena de suministro.
Estas son algunas recomendaciones clave para adaptar una red logística a los cambios de temperatura en otoño, garantizando la eficiencia y seguridad operativa.
Es esencial que los almacenes y vehículos de transporte estén equipados con sensores de temperatura que puedan monitorear en tiempo real cualquier variación en las condiciones, permitiendo una intervención rápida para garantizar que los productos se mantengan dentro de los parámetros adecuados. Los protocolos de mantenimiento preventivo de estos sistemas también son de vital importancia para evitar fallos inesperados en momentos críticos, como los días de temperaturas extremas.
La variabilidad climática en otoño afecta de manera diferente a las distintas regiones, por lo que una red logística exitosa debe ser flexible y adaptarse a estas diferencias. Las zonas más frías, como el norte de España, requieren estrategias distintas que las zonas más cálidas del sur. Para abordar esta variabilidad, es crucial implementar un sistema logístico que permita ajustar las rutas de distribución según las condiciones climáticas de cada zona. Además, usar tecnologías que optimicen las rutas y tiempos de entrega ayuda a mejorar la eficiencia y reducir los riesgos asociados a las inclemencias del clima.
Para manejar de manera efectiva las fluctuaciones de temperatura, las empresas deben invertir en tecnologías que permitan el monitoreo constante de las condiciones de almacenamiento y transporte. La integración de sensores IoT en la cadena logística puede garantizar que tanto los productos como las instalaciones se encuentren siempre bajo el control adecuado. Estos sensores permiten recibir alertas en tiempo real si se produce una variación de temperatura que pueda poner en riesgo la calidad de los productos. Integrar este tipo de soluciones de monitoreo avanzado en las plataformas logísticas permite gestionar y solucionar problemas de manera proactiva, evitando posibles pérdidas o daños durante el transporte.
El personal encargado de las operaciones logísticas debe estar preparado para actuar rápidamente cuando surjan problemas relacionados con las variaciones de temperatura. Una formación constante sobre el manejo adecuado de productos sensibles, la importancia de controlar las temperaturas en los puntos de almacenamiento y transporte, y los procedimientos a seguir en caso de desviaciones térmicas puede marcar la diferencia en la calidad del servicio.
El clima otoñal no solo se caracteriza por fluctuaciones de temperatura, sino también por eventos meteorológicos impredecibles como lluvias intensas o fuertes vientos, que pueden afectar tanto al transporte como a las operaciones en los almacenes. Para mitigar los efectos de estas situaciones, las empresas deben contar con planes de contingencia que incluyan rutas alternativas y procedimientos especiales para el manejo de productos en condiciones adversas.
Esto no solo ayudará a garantizar que los productos lleguen a su destino a tiempo, sino también que lleguen en perfectas condiciones, minimizando el riesgo de daños y retrasos. Tener sistemas de respaldo, tanto logísticos como de infraestructura, puede ser crucial para mantener la estabilidad operativa durante este período de variabilidad climática.
El otoño plantea desafíos logísticos debido a las fluctuaciones de temperatura, pero también abre la puerta a una oportunidad para mejorar y optimizar las operaciones. Las empresas logísticas pueden aprovechar diversas herramientas y soluciones a medida para hacer frente a estos retos, desde el fortalecimiento de sus infraestructuras hasta la integración de sistemas avanzados de monitoreo y control de temperatura.